01 enero 2012

La historia de un despertar

Para despertarse, con los ojos cerrados aún se ayuda de sus sentidos; libres, demasiado egoístas, reyes en su espíritu y vagabundos entre su realidad...indiferentes ante ese mundo propio si los deja escapar a través de las pupilas, dilatadas y ajenas.
Le gusta saborear con su lengua el sueño de caramelo, con sabor a melancolía que deja manchada su boca con una expresión callada de dulzura .Y arropado por el reposo descubre la calidez de la luz matinal, filtro de vida, y los destellos de ésta en sus pestañas jugando ha hacer círculos con mil colores que hace desaparecer a su antojo.
Oye los buenos días del pequeño inquilino, intruso que le obsequia con pisadas suaves en la claraboya , apenas dos palmos y medio encima de su revuelta y espesa cabellera; recordándole los lugares exactos que ocupan unas tejas desnudas castigadas por la intemperie el mal tiempo y`por sus propios pies descalzos, siempre que le apetece contemplar de cerca las estrellas y dejar la mitad de su cansancio en el aire, y no entre los pliegues de sus sábanas, que a veces, consiguen presionarle tanto que hasta se le hace difícil sentir su propio aliento.
Empuja con las manos los restos de pereza que enganchan sus dedos, y disfruta descubriendo una a una las partes de su cuerpo, inmóvil, que pesa todavía mucho más de lo que es capaz de arrastrar.
Y, por fin, en un momento inesperado que a él mismo sorprende, se encuentra a los pies de la cama con la mirada relajada y el ánimo de aquel que aún no ha tenido tiempo de pensar en nada.
Poco a poco pasa de su mundo al nuestro y, aunque no le desagrada, sí tiene la certeza de que es demasiado para él, porque aunque sabe de muchos escondites y cuenta con no pocos bolsillos que llenar, no es capaz de cargar con todo lo que se va encontrando, teniendo la sensación de perder parte en el intento. Ahora, al dirigirse hacia la puerta de la habitación, justo en el momento en que cruza una fugaz mirada con su perfil, al rozar el espejo, descubre en pocos segundos la transformación de sus facciones infantiles y la tensión en cada uno de sus músculos al verse a sí miismo en un rostro oscuro, marcado en él el por qué de esa tristeza ajena que siente, que duerme a su lado cada noche y descubre en cada despertar, pequeño niño de piel oscura, recordando que todo tiene una sombra; a veces, incluso mayor que el propio ser.

2 comentarios:

Marbel dijo...

Un relato muy especial, escribes muy bien. Un beso.

Mila dijo...

Emocion a flor de piel.
un beso